miércoles, 28 de abril de 2010

Sed de veinte años



Corre el tiempo, saltan sus manillas, suenan sus campanas. De nuevo el despertador ¿otra vez? ¡levanta! ¡anda! ¿no ves que vuelve a brillar el sol? Quizá con este calor sea mejor ir a la playa, pero ¿cómo? Aquí no hay…¿Qué hay? No hay nada, no queda nada.
Sólo estamos tú y yo.
La piedra ocre está recordándonos que estamos solos, que este sol es el mismo que mañana y fue el mismo hace cien años. Pero mañana yo no seré la misma, ni soy la misma que fui ayer. ¿Te das cuenta? No te entiendo… Tú no puedes entenderlo, eres inmortal, más que la piedra y más que el sol. Vives ignorando que eres mi mayor ladrón, ¿qué digo? Eres el mayor ladrón del mundo, más que la muerte. Y sin embargo todos deseamos más de ti, eres nuestra droga…
Nos robas desde que nacemos, haces que crezcamos, que enfermemos, que recordemos, que muramos. Nos lo das todo y nada, nos haces desaparecer, nos das la vida. ¡Menudos caprichos! No creas que te maldigo, todo lo contrario, prefiero estar contigo.
Aunque es cierto que sólo tengo veinte años o ya tengo veinte años. De todos modos, pasará ¿verdad? 365 días que van disminuyendo para volver a sumar. Siempre lo mismo, siempre tú. Y yo, hasta…

1 comentario:

  1. «Hay una poesía magnífica y sonora; una poesía hija de la meditación y el arte, que se engalana con todas las pompas de la lengua, que se mueve con una cadenciosa majestad, habla a la imaginación, completa sus cuadros y la conduce a su antojo por un sendero desconocido, seduciéndola con su armonía y su hermosura.
    Hay otra, natural, breve, seca, que brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con una palabra y huye, y, desnuda de artificio, desembarazada dentro de una forma libre, despierta, con una que las toca, las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía. La primera tiene un valor dado: es la poesía de todo el mundo. La segunda carece de medida absoluta; adquiere las proporciones de la imaginación que impresiona: puede llamarse la poesía de los poetas» (Gustavo Adolfo Bécquer, Prólogo a La Soledad de Augusto Ferrán).

    Dirás que porque te pongo esto en el comentario.
    Pues es porque lo escribió alguien a quien admiras y que el tiempo se llevó.
    Besitos

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